Cantidad por calidad: Un mal negocio
Por Paula Villa- Diplomatura en Periodismo 2007
El mundo de hoy nos impone nuevas condiciones de vida, nuevos ritmos y nuevas técnicas. En la era de la información, no existe momento en el día que no estemos expuestos a la vorágine de información, que irrumpe, satura, abruma y perturba nuestra atención.
De la misma manera, hay tanto proveedor del saber, hay tanto volumen de contenidos, tanta masa informativa; que nos enfrentamos ante la dificultad de distinguir qué vale la pena y qué huele a guitarreada. Es decir, ante la gran cantidad de acceso, hay que empezar a evaluar su calidad.
Puesto que cualquiera que desee y tenga los recursos necesarios puede colgar informaciones en la red de redes, sea o no autorizada su voz. Puesto que es un medio abierto y descentralizado. Hay que evitar ser un navegante ingenuo y quitar del pedestal todo lo que vemos en la pantalla.
Es así como, en el mundo virtual la credibilidad se posiciona como un tema candente y una regla indispensable; tanto para seguir, como para exigir en nuestras lecturas. Así, las estrategias básicas están en cada persona, quienes deben adquirir competencias para filtrar la masa informativa con la que toman contacto en los buscadores o en sus vueltas por la web.
A su vez, surge otro problema correlacionante con lo anteriormente expuesto. Hacemos referencia a la relatividad de la identidad que, muchas veces, facilita esta virtualidad cotidiana y que nos lleva a dubitar sobre la credibilidad de lo expuesto.
Entonces, el desafío para todos radica en la capacidad crítica de seleccionar, cuestionar y evaluar la información, y no temer en descartar lo que no tenga el sello de “creíble”. Unas tácticas que podría probarse son; las continuas comparaciones entre diferentes fuentes de información, pensar a quién se le da la palabra y por qué, las entradas que tiene la página y/o el nivel de actualización de la misma, entre otras a considerar.
Nadie duda de los beneficios y evoluciones conseguidas, pero siempre debe adquirir presencia fuerte y segura de la mirada de un ojo crítico, que juzgue sin otorgar regalías, sospechando de la sombra de la sobresaturación.
De la misma manera, hay tanto proveedor del saber, hay tanto volumen de contenidos, tanta masa informativa; que nos enfrentamos ante la dificultad de distinguir qué vale la pena y qué huele a guitarreada. Es decir, ante la gran cantidad de acceso, hay que empezar a evaluar su calidad.
Puesto que cualquiera que desee y tenga los recursos necesarios puede colgar informaciones en la red de redes, sea o no autorizada su voz. Puesto que es un medio abierto y descentralizado. Hay que evitar ser un navegante ingenuo y quitar del pedestal todo lo que vemos en la pantalla.
Es así como, en el mundo virtual la credibilidad se posiciona como un tema candente y una regla indispensable; tanto para seguir, como para exigir en nuestras lecturas. Así, las estrategias básicas están en cada persona, quienes deben adquirir competencias para filtrar la masa informativa con la que toman contacto en los buscadores o en sus vueltas por la web.
A su vez, surge otro problema correlacionante con lo anteriormente expuesto. Hacemos referencia a la relatividad de la identidad que, muchas veces, facilita esta virtualidad cotidiana y que nos lleva a dubitar sobre la credibilidad de lo expuesto.
Entonces, el desafío para todos radica en la capacidad crítica de seleccionar, cuestionar y evaluar la información, y no temer en descartar lo que no tenga el sello de “creíble”. Unas tácticas que podría probarse son; las continuas comparaciones entre diferentes fuentes de información, pensar a quién se le da la palabra y por qué, las entradas que tiene la página y/o el nivel de actualización de la misma, entre otras a considerar.
Nadie duda de los beneficios y evoluciones conseguidas, pero siempre debe adquirir presencia fuerte y segura de la mirada de un ojo crítico, que juzgue sin otorgar regalías, sospechando de la sombra de la sobresaturación.
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